La tarjeta de crédito se ha convertido en algo tan cotidiano que apenas pensamos en el coste real de usarla. Pagamos, aplazamos, y seguimos adelante como si nada. Sin embargo, las últimas cifras muestran un cambio importante: tras dos meses de caída, los intereses máximos vuelven a subir. Eso significa que financiar compras con tarjeta va a salir más caro a partir de ahora.

En España, el interés medio de las tarjetas de crédito ronda el 18 %, mientras que un préstamo personal suele situarse en torno al 7 % u 8 %. Esta diferencia, que parece pequeña a simple vista, se convierte en un abismo cuando se alarga en el tiempo. Financiar una compra con tarjeta puede llegar a costar más del doble que hacerlo con un préstamo al consumo. Por eso es importante que entiendas lo que supone elegir un producto u otro, porque en el día a día puede marcar la diferencia entre pagar una deuda en meses o arrastrarla durante años.
La subida de intereses en las tarjetas no se explica solo por la evolución del euríbor. En realidad, los créditos revolving y los contratos asociados a las tarjetas mantienen tipos muy altos, algunos incluso por encima del 23 % TAE, lo que deja a los consumidores en una posición complicada. A esto se añade que los tribunales están recibiendo un aluvión de demandas por cláusulas abusivas y falta de transparencia, con una tendencia clara: en la gran mayoría de casos, la justicia está dando la razón al cliente. El problema es que hasta que eso ocurre, el bolsillo ya ha sufrido.
Lo que significa para tu bolsillo
Si usas la tarjeta de crédito para pagar tus compras y devuelves todo el saldo a final de mes, puedes estar tranquilo. Es una herramienta útil que incluso ofrece ventajas, como descuentos, programas de puntos o seguros asociados. El problema aparece cuando decides aplazar los pagos. Ahí es cuando los intereses empiezan a pesar y la deuda puede crecer como una bola de nieve.
Un préstamo personal, aunque menos flexible, suele ser mucho más barato si necesitas financiar un gasto importante. Piénsalo así: un coche, una reforma o incluso un viaje grande puede costarte cientos de euros más si lo financias con la tarjeta en lugar de hacerlo con un préstamo. Y si ya tienes deudas acumuladas en tarjetas revolving, la situación puede ser aún peor, porque los pagos mensuales a menudo se van en intereses y la deuda principal apenas se reduce.
- Usar la tarjeta a plazos es cómodo, pero mucho más caro que un préstamo personal.
La conclusión es directa: cuanto más tiempo tardes en pagar, más alto será el precio final de esa compra. Y si dejas que los intereses se acumulen, te encontrarás atrapado en un ciclo del que es muy difícil salir. Por eso, lo mejor es reservar la tarjeta para compras cotidianas que puedas liquidar a final de mes, y dejar la financiación para productos con intereses más bajos.
Los jueces, como decíamos antes, están marcando un precedente importante al anular contratos con intereses excesivos o falta de transparencia. Eso significa que, si te encuentras en una situación complicada con tu tarjeta, podrías tener opciones para reclamar. Pero lo más recomendable sigue siendo evitar llegar a ese punto. Prevenir siempre es mejor que curar.
La subida de las tasas máximas tras dos meses de caída es un recordatorio de que el crédito nunca es gratis y que las condiciones cambian rápido. Lo que hoy parece una solución sencilla puede convertirse mañana en una carga que te limite. Conviene estar atento, comparar, y sobre todo, no dejarse llevar por la comodidad de pagar a plazos sin hacer números antes. Tu tarjeta puede ser una aliada o un problema, según cómo la uses. Y en un momento en que los intereses vuelven a subir, tenerlo claro es más importante que nunca.